29 Julio 2011, 10:51 AM
Vivencias cotidianas de allí y aquí
Escrito por: Aida Trujillo Ricart (https://aidatrujillo.wordpress.com/)
“Las trece rosas”, un trágico episodio acontecido al principio de la dictadura franquista en España
Éste histórico hecho está considerado de los más crueles de la represión franquista. El 5 de agosto de 1939, trece mujeres, la mitad de ellas menores, fueron ejecutadas ante la tapia del cementerio de La Almudena de Madrid.
Su historia sigue viva, en forma de libros, teatro, documentales y cine.
El caso fue investigado por el periodista Jacobo García, ya en el año1985. Lo narró, de forma novelada, el escritor Jesús Ferrero en su libro “Las trece rosas”. En él dedica un capítulo a cada una de las muchachas, casi dotándolas de vida y palabra, de sentimiento y de dolor; y poniendo rostro a sus verdugos.
También lo documentó, sin ficciones, y por ello aún con mayor crudeza, el periodista Carlos Fonseca en ”Trece rosas rojas”.
“No conocía la historia, no la busqué; ésta me buscó a mí a través de unos documentos que guardaba un tío de mi padre que pasó 20 años en la cárcel. Localicé el sumario, investigué; los familiares pusieron, el material que tenían, a mi disposición” – comenta.
En su libro describe el sufrimiento de los testimonios de las familias, el momento de la condena, la partida de las chicas hacia la muerte, la locura posterior de las madres de las fusiladas ante su pérdida, la indiferencia absoluta del régimen vigente.
El destino de estas mujeres, que no pudieron llegar a la edad madura, ha sido citado también en libros de Dulce Chacón y Jorge Semprún. La triste historia ha sido llevada a escena por la Compañía de Danza y Teatro Arrieritos.
Además ha servido de inspiración para una organización socialista recién creada, “Fundación Trece Rosas”, que está orientada a proyectos e iniciativas en las que se profundice en la igualdad y la justicia social.
En el 2007 se estrenó en Madrid, una película que, obviamente, fui a ver. Estaba dirigida por Emilio Martínez Lázaro, fotografía de José Luis Alcaine, con guión de Ignacio Martínez de Pisón y asesoría de Fonseca.
El film contó con un gran reparto: Pilar López de Ayala, Verónica Sánchez, Marta Etura, Nadia de Santiago, Bárbara Lennie, Goya Toledo, Gabriella Pession, Félix Gómez, Fran Perea, Enrico Lo Verso, Miren Ibarguren, Asier Etxeandía, Alberto Ferreiro, Luisa Martín, Secun de la Rosa, Adriano Giannini, Gabriella Pession, Leticia Sabater.
Me acompañó mi hijo Nicolás, el más joven. Me gusta que se entere de los distintos sucesos históricos y conceptúe, después, con pleno conocimiento y libertad, los hechos.
El largometraje narra la historia de estas jóvenes condenadas a muerte por un delito que no habían cometido. Detenidas al mes de acabar la Guerra Civil, fueron sometidas a inhumanos interrogatorios y recluidas en la cárcel madrileña de Ventas.
“Madrecita, me reuniré con mi hermana y papá en el otro mundo, pero ten presente que muero honradamente. Adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar. No me lloréis pero que mi nombre no se borre de la historia”.
Fueron éstas las últimas palabras que dirigió, a su progenitora, Julia Conesa, la noche del 4 de agosto de 1939. Hacía cuatro meses que había terminado la contienda.
Madrid, destruida, tras tres años de bombardeos y resistencia, intentaba adaptarse al orden impuesto por Franco, un régimen que duraría casi cuatro décadas.
Fue Blanca Brisac, quien dicen que mejor expresó su abatimiento, mientras escribía a su hijo esa misma noche, ya en capilla: “Voy a morir con la cabeza alta… Sólo te pido… que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor… Enrique, que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí… Hijo, hijo, hasta la eternidad…”.
Apenas 24 horas más tarde, las trece muchachas y 43 hombres fueron ejecutados. Algunas compañeras de presidio, como Mª Pilar Barra, lo recordaron así: “Estando asomadas a la ventana de la celda, las vimos salir. Iban de dos en dos y tres guardias escoltaban cada pareja.
Algunas permanecimos arrodilladas sin decir nada. Hasta que María Teresa Igual, la funcionaria que las acompañó, regresó y nos informó de que, las jóvenes, habían muerto de forma serena.
Una de ellas, Anita, no falleció con la primera descarga y vociferó: ¿Por qué a mí no me matan? Fue terrible el perderlas y soportarlo con impotencia. Pero también lo fue ver la sangre fría de Teresa, relatando el hecho. Entre lo que nos contó fue que ellas iban ilusionadas pues pensaban que podrían despedirse de sus novios y maridos, también condenados, antes de ser ejecutadas. Pero éstos ya habían sido fusilados”.
Quince de los ajusticiados, aquel fatídico día, eran menores de edad, que se alcanzaba, entonces, a los 21 años. Por ello, a estas mujeres se las comenzó a llamar “Las trece rosas”. Su historia se convirtió pronto en una de las más conmovedoras de esa época de odio fratricida y fascismo.
Existe una anécdota cruel y curiosa, al mismo tiempo, sobre cual fue el motivo que provocó que fueran ellas las elegidas para su fusilamiento.
Entre las 4.000 reclusas acumuladas en la cárcel de Ventas, en un espacio construido ex profeso para 400 personas, uno se pregunta: ¿Por qué ellas y no otras?
El escritor Jesús Ferrero plasma una posibilidad literaria y azarosa en su libro: “Roux, Cardinal y el Pálido habían comido opíparamente en el Ritz y se sentían alegres (…).
Una hora antes les había llegado la orden de elegir a quince mujeres, preferentemente menores de edad, para conducirlas a juicio. Ya en comisaría, una señora, que se sentía agradecida porque habían liberado a su hija, le regaló al Pálido un ramo de rosas. Eran quince…
El Pálido lo cogió y, mirando a Cardinal y a Roux, dijo: – Señores, ha llegado el momento de decidir quiénes van a ser las quince de la mala hora. Bastará con ponerle un nombre a cada una de las rosas… »
– Empezaré yo – dijo tomando una flor – Y bien, esta rosa de pasión se va a llamar Luisa. No conseguí que esa bastarda pronunciara una sola palabra en los interrogatorios. ¡Por poco me vuelve loco! –
Y ésta, Pilar -, dijo a su vez Cardinal. – Y ésta, Virtudes – susurró el Pálido con precipitación. – Y esta otra, Carmen – pronunció Cardinal – Lo merece más que nadie. Nunca me miró bien, esa condenada. — Y ésta, Martina – anunció Roux. – Está siempre ausente. ¡Seguro que ni siquiera se va a dar cuenta de que ha muerto! –
Otra de las prisioneras, amiga y compañera de las 13 Rosas, no fue fusilada con el resto de sus compañeras. Su nombre Mari Carmen Cuesta, de 15 años de edad en el momento de los hechos. Era de clase media alta, se afilió a las JSU durante la guerra y, a pesar de su corta edad, le otorgaron cargos de responsabilidad debido a su inteligencia y decisión.
Cayó presa junto a Virtudes, su amiga íntima. Estando recluída, le llegó la noticia de que su padre, militante comunista, había sido fusilado.
Sin que se conozca la razón, no fue incluida en el sumario, a pesar de ser una de las más activas del movimiento. Vivió hasta el último minuto el drama de las condenadas. No se separó de ellas hasta que fueron conducidas a la capilla. Y desde su celda pudo escuchar los disparos que segaron la vida de sus amigas.
Con aquella situación, triste para unos y gloriosa para otros, se mezclaban las devastaciones de los edificios, la pobreza y el hambre. Aquel verano sufrió las dolorosas consecuencias físicas y psicológicas de la contienda.
Abundaban ya la propaganda y la represión.
El día a día de Madrid estaba marcado por las persistentes denuncias de vecinos, amigos y familiares. No faltaba la delación ni los procesos de depuración de la Administración. Los espías estaban infiltrados por todas partes: en la Universidad, en las empresas y clubs privados, con sus redadas, detenciones y ejecuciones sumarias.
“¡Españoles, alerta! España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, fiel a sus caídos. Con el favor de Dios, nuestra tierra natal sigue en marcha, una, grande y libre, hacia su irrenunciable destino…”, aullaban las radios de la capital.
Por su parte, en sus numerosos discursos, Franco advertía: “¡Juro aplastar y hundir al que se interponga en nuestro camino!”.
La conclusión general del espeluznantemente triste suceso fue que “Las trece rosas” se destacaron por su gran valentía y conciencia, y lucharon, con fuerza y tesón, contra el régimen antidemocrático que se avecinaba.
Sus nombres: Ana López Gallego, Victoria Muñoz García, Martina Barroso García, Virtudes González García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Elena Gil Olaya, Dionisia Manzanero Sala, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa.
Pudiendo haber permanecido en la tranquilidad de su hogar, se echaron a la calle para defender la II República, durante la defensa de Madrid, poniendo en riesgo sus vidas.
Se señalaba por entonces, como propaganda fascista, que el régimen franquista protegía, en gran medida, a las mujeres. Sin embargo, la realidad fue que las trató con igual inquina que a los hombres.
La miliciana representaba, a su modo de ver, la antítesis de la fémina, cuya misión en la vida era, según él, ser madre y buena esposa. Franco hizo todo lo posible por destruir el espíritu de libertad de las mujeres que se había creado con la República.