5 Mayo 2011, 11:21 AM
Vivencias cotidianas de allí y aquí
Escrito por: Aida Trujillo Ricart (https://aidatrujillo.wordpress.com/)
Dos de mayo, Historia de España, I parte
Por esas coincidencias que a veces nos brinda la vida, la internacional “Fiesta del Trabajo”, se junta con una de gran relevancia histórica en España: “El dos de mayo”.
Carlos IV (Portici, Nápoles, 1748 – Roma, 1819), sucedió a su padre, Carlos III, al morir éste en 1788. Él y María Luisa de Parma se convirtieron en Reyes de España después de veintitrés años de matrimonio y de vida carente de toda responsabilidad oficial, como Príncipes de Asturias.
Durante los años anteriores, la entonces princesa, María Luisa, sufrió mucho a consecuencia de la pérdida de varios hijos, sustituida, de forma extremadamente vertiginosa, por el nacimiento de otros. Apenas le daba tiempo a enterrar a su difunto vástago cuando ya tenía que celebrar el bautizo del siguiente.
En la corte se rumoreaba sobre una posible maldición que pesaba sobre ella ya que, después de dieciocho años de matrimonio, no había logrado dar un heredero, que no muriese, a la corona. Tuvo cuatro varones, eso sí, pero fallecieron a muy corta edad. El nacimiento de un nuevo hijo en octubre de 1784, acabó con dichos rumores. El niño se crió sano y, más tarde, llegó a ser el Rey Fernando VII.
Pero no sólo fue este grandioso acontecimiento el que cambió la vida de la acongojada princesa. En el año 1788 se produjo un encuentro que la marcó por completo. Durante un paseo en carruaje, un joven guardia de corps que la escoltaba sufrió una mala caída de su caballo. La princesa, al percatarse del incidente, mandó detener su coche para interesarse por el jinete que estaría posiblemente lastimado. A pesar de estar dolorido y herido en una pierna, el guardia se levantó y se reincorporó al servicio. A María Luisa le llamó la atención aquel detalle y se fijó en su valor y en su aspecto. Fue entonces cuando se enteró de la identidad del joven, llamado Manuel Godoy.
Cuando Carlos IV fue proclamado rey ya tenía cuarenta años y María Luisa, treinta y siete. Éste fue un rey poco inclinado a los asuntos gubernamentales, que dejó en gran medida en manos de su esposa y de su amante.
Antes de la desaparición del rey Carlos III, el escándalo provocado por la presencia de Godoy se volvió ensordecedor. El pueblo no comprendía que el Príncipe de Asturias no fuese consciente de los amoríos entre María Luisa y aquel guardia. Hasta llegó a murmurarse que, el mismo marido, engañado y consentido, no era indiferente a los encantos del joven.
Carlos IV firmó una alianza con Francia en el año 1796, que ya se interesada por las riquezas de las colonias españolas en América y también por la lana que se producía en la Península Ibérica.
El promotor de dicha alianza fue el entonces ministro español Godoy, cuya iniciativa en la firma de la Paz de Basilea y el posterior Tratado de San Ildefonso, le valieron el título de Príncipe de la Paz. Pero Godoy era un intrigante que se vio, cada vez con más fuerza, arrastrado por la política expansionista de su todopoderoso aliado.
Napoleón Bonaparte (1769-1821) estimaba que España tenía un encuadre ideal para dominar el Mar Mediterráneo. Además se encontraba apremiado por la petición de los pañeros franceses. Éstos pedían que los ganaderos españoles les suministrasen su producción de lana merina y, sus cultivadores, todo el algodón que necesitasen
La destrucción de la flota española que, simultáneamente con la francesa, fue derrotada en Trafalgar, hizo perder al emperador el deseo de mantener su buena relación con España. Consideró que, sin barcos, este país no podría servirle para hacer frente al poderío naval inglés.
Cambió sus propósitos y comenzó a trazar un plan de intromisión, después otro de ocupación y finalmente uno de sustitución de la Monarquía de los Borbones por la de un miembro de su familia. Pensó que la debilidad de la monarquía española facilitaría sus intenciones. Las disputas entre Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII, acabaron con el reemplazo del primero por el segundo, a raíz del Motín de Aranjuez, en marzo de 1808.
Pero Napoleón confundió el enflaquecimiento de la monarquía con la actitud del pueblo español que no estaba dispuesto a aceptar la presencia francesa en su suelo. El emperador declaró: “Si la invasión fuese a costarme 80.000 hombres, no me arriesgaría. Pero estoy seguro de que no necesitaré más de 12.000”. No tardaría en comprobar su error y que no lo lograría ni con un ejército de 200.000 soldados.
Godoy, al percatarse de los planes de Napoleón, propuso un reparto de Portugal. La proposición fue base del Tratado de Fontainebleau (octubre de 1807), por el que un ejército franco-español penetraría en ese país. Eliminar a un molesto aliado de Inglaterra permitiría el engrandecimiento territorial de España y, para su propio beneficio, Godoy establecería, en el sur, un pequeño principado de su propiedad.
El pacto se puso en marcha con rapidez y un ejército francés, al mando del general Junot, atravesó la Península y ocupó Portugal. La necesaria utilización de las rutas españolas por parte del ejército napoleónico fue una buena ocasión para convertir la intervención en ocupación.
La familia real de los Braganza se vio obligada a huir a Brasil, adonde fue transportada por una flota inglesa. Cuando se produjo el destronamiento de Carlos IV y Fernando VII se dispuso a entrar en Madrid, las tropas del general Murat ya dejaban ver sus intenciones.
Napoleón aprovechó la confusión del Motín de Aranjuez y llamó a ambos a Bayona, con el pretexto de mediar en el conflicto producido entre padre e hijo. Actuó con habilidad y consiguió que Fernando VII renunciase en favor de su progenitor, que ignoraba que éste había ya cedido sus derechos al emperador.
Napoleón obligó, entonces, a su hermano José, Rey de Nápoles, a aceptar la Corona española, aunque él se negó, en un principio. Para darle una mayor apariencia de legalidad al cambio de dinastía en España, el emperador convocó, el 15 de junio en Bayona, a una serie de notables con el fin de que, a modo de unas Cortes, acreditasen su decisión.
A la ciudad fronteriza acudieron sólo unos pocos de los 150 convocados, que se vieron obligados a aprobar una Constitución redactada con la intervención directa de Napoleón. Finalmente fue aprobada, en la ciudad francesa, el 8 de julio de 1808. José I juró sobre ella estableciéndose por primera vez en la historia de España el cambio de una monarquía absoluta a una constitucional.
La Constitución de Bayona establecía un nuevo sistema político en España, a cuya cabeza figuraba el que, a partir de entonces, sería llamado José I.
Comenzó, entonces, para Carlos IV y su esposa un exilio que empezó en territorio francés y terminó en Italia con la muerte del monarca.
El 2 de mayo en Madrid, el pueblo, sintiéndose traicionado por los presuntos aliados, se levantó en armas contra las tropas francesas. Creyendo ser suficiente, Napoleón situó en España 92.000 hombres, que después tuvo que incrementar a unos 300.000.
Existe una céntrica plaza en Madrid, en recuerdo de esta fecha, además de varias pinturas de Goya.
Continuará.