Aída Trujillo

abril 15, 2010

Elegía y homenaje dedicado a Pilar Rodríguez Soto (Pilita), propietaria de la Galería de Arte Fauna´s de Madrid

Pilita y yo

Pilita y yo

Pilar Rodríguez Soto, Pilita para los amigos, nos acaba de dejar.  Aunque para mí, a pesar de estar en otro plano, siempre seguirá conmigo.  Fue una grande y sincera amiga…

Pero, además, era simpática, divertida, ocurrente, genial.  Consiguió hacerme reír a carcajadas en muchas ocasiones.

Era propietaria, y dirigía, una de las galerías de arte más importantes de España:  Fauna´s.  Antes de cerrarla, no hace demasiado tiempo, el local se encontraba situado en la calle Montalbán de Madrid, al lado del Parque del Retiro.´

Por Fauna´s desfilaron interesantes exposiciones de artistas contemporáneos de gran calidad.  Y quisiera mencionar a uno que fue muy especial para ella porque, además de adorar su obra, fue un gran amigo suyo y nunca le olvidó:  Constantino (Tino) Grandío.  Sé que, desde adonde su espíritu se encuentre, a Pilita le agradará que lo haga y que, además, incluya un par de fotografías de alguno de sus cuadros, uno de ellos, un autorretrato.

GRANDÍO

GRANDÍO

Ella amaba el arte y amaba a sus artistas.  Recuerdo cómo hablaba de los cuadros, abriendo sus grandes ojos de par en par.  Recuerdo como, con sus bellas y expresivas manos, acariciaba las esculturas. 

Era una mujer fuerte, tenía carácter y gozaba de un sentido del humor muy gallego, ese humor tan peculiar, ya que era natural de Vigo, que no perdió aún residiendo durante mucho tiempo en Madrid.

Para mí, la desaparición de mi gran amiga, ha resultado ser, y lo será durante toda mi vida, muy dolorosa.

Pilita era una gran mujer, muy querida, trabajadora incansable y esposa y madre amparadora.   Lo era también para con sus amigos.  Nunca permanecía impasible ante los problemas de ellos.  Me ayudó mucho.  Me abrió las puertas de su casa tanto para invitarme, a menudo, a almorzar (era una excelente cocinera), como a pasar la noche allí si me sentía sola o triste.

Tanto así que, en la década de los 70, le dediqué un escrito:

Amiga,

para ti estas palabras pobres

espontáneamente torpes,

espontáneamente mías…

Traes tanta alegría

a mi, a veces, triste camino,

que no sé cómo podría,

si lo permite el destino,

demostrarte con acciones,

y no solo con palabras,

lo que te quiero y querría,

aunque no me consolaras

como lo haces… ¡amiga!

Por entonces yo apenas empezaba a coquetear con la literatura y siempre a escondidas.  No se me había pasado por la mente el llegar a publicar algo.  Pero ella, que era una apasionada de la vida, no sólo se alegró de mi humilde obsequio.  Lo elevó a una sublimación tan inmensa que lo vociferó en el restaurante en el que estábamos comiendo y me llegó a hacer sonrojar.  Le tuve que pedir que se aquietase pues la cosa no era para tanto.  Pero Pilita era así:  pasión pura.

Sé que ahora descansa en paz y siempre, desde mi corazón, le estaré mandando unas flores muy especiales.  Las de la gran amistad y amor que sentía, y sigo sintiendo, por ella.

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