12 Mayo 2011, 1:20 PM
Vivencias cotidianas de allí y aquí
Escrito por: Aida Trujillo Ricart (https://aidatrujillo.wordpress.com/)
Dos de mayo, Historia de España, II parte
A comienzos de 1809 la mitad norte de España se hallaba bajo control francés y el ejército español había sido prácticamente destruido. Los obstáculos para la ocupación del territorio hispano y el avance hacia el sur habían desaparecido. Por ello, la Monarquía de José Bonaparte podría asentarse irreversiblemente.
Pepe Botella, apodo que el pueblo español, sobre todo el madrileño, puso al nuevo monarca, dada su afición al vino, aunque también se dice que fue por la forma que adoptó su cuerpo al envejecer, reinó en España hasta el año 1813.
Viene al caso indicar un dato constatable que aún podemos ver en Valladolid. “En el monasterio de San Benito el Real de esta ciudad española, en el que destaca el magnífico retablo mayor, obra de Alonso Berruguete, existe un escudo de José Bonaparte que ha resistido el paso de los años. Encima de la portada principal, si se acerca uno, descubre con sorpresa y estupor que se trata del de José Bonaparte, en su época de reinado intruso en España.”
Esto es lo que nos cuenta Jerónimo Carrera en su interesante blog, de donde saqué la
información. Y prosigue, “¿Qué hace hoy y cómo llegó hasta aquí un escudo denostado y odiado por el pueblo español? Se cree que su confección se realizó en el 1810, en pleno reinado de Pepe Botella, y que posteriores capas de yeso taparon su trazado pasando de este modo desapercibido hasta la limpieza del edificio y su conjunto en las obras del Patio Herreriano.¿Debe continuar ahí o debería arrancarse y sustituirse por uno con los signos actuales?. Difícil cuestión. La historia va marcando las fechas y los hechos y, por odiados que hayan sido, se pueden conservar como reseña del pasado…”
Y, prosiguiendo con la ocupación de la que España fue víctima, Francia no contó con un hecho relevante: la aparición de una guerrilla que los españoles arbitraron para hacer frente al formidable ejército napoleónico.
De haber utilizado los métodos tradicionales, no hubiesen tenido ninguna oportunidad de vencer. Juan Martín El Empecinado, Espoz y Mina, el Cura Merino y tantos otros dirigentes se convirtieron en auténticos héroes de la Guerra de la Independencia.
El Dos de Mayo de 1808 no solo fue la rebelión de los españoles contra el dominador francés, sino la del pueblo español contra un ocupante tolerado (por indiferencia, miedo o interés) por gran cantidad de miembros de la Administración.
A este eficiente modo de combatir, con el que se sembraba la constante ansiedad y desvelo de las unidades francesas, Napoleón tuvo que añadir el desasosiego progresivo causado por la presencia en la Península de las tropas inglesas.
Sir Arthur Wellesley, el futuro duque de Wellington, desembarcó en Portugal y desde 1809 estuvo vapuleando a los franceses desde Galicia hasta Extremadura.
El emperador se dirigía a Galicia, a la caza de un ejército auxiliar inglés, al mando de Sir John Moore, que había entrado por la frontera de Portugal para atacar por la retaguardia, cuando recibió noticias alarmantes, de París, sobre los preparativos bélicos de Austria y sobre algunas intrigas cortesanas.
Si una bala de cañón no le hubiera arrancado un brazo y parte del pecho a Moore, el 16 de enero de 1809, es muy probable que hubiera sido él, y no Arthur Wellesley (Duque de Wellington), el gran capitán de los ejércitos británicos en la Península Ibérica.
También, las maniobras marítimas de los ingleses en aguas españolas, forzaron a Napoleón a asentar a 32.000 soldados con el fin de vigilar las costas, aparte de mantener una constante comunicación con Cádiz, la única ciudad española que no había sido ocupada, aunque se hallaba sitiada por tierra. En plena Guerra de Independencia se convocaron las Cortes de Cádiz, que adoptaron diferentes medidas liberales.
Por si hubiese sido poco, en 1812, Napoleón tuvo que retirar tropas de España y formar la “Grande Armée” que emprendería la campaña de Rusia.
La presencia militar francesa quedó, entonces, reducida a 200.000 soldados, motivo que inclinó, terminantemente, la guerra en favor de los españoles, con su inconmovible actitud y lucha.
También incidió, fuertemente, a quebrantar la fortaleza del Imperio Napoleónico la intervención inglesa, o quizás las dificultades que el emperador encontró en el frente oriental a partir de entonces.
Wellington pasó a la ofensiva para recobrar Ciudad Rodrigo y Badajoz a comienzos de ese año. Obtuvo grandes victorias en Salamanca (14-28 de junio), Arapiles (22 de julio), y al año siguiente en Vitoria (21 de junio) y San Marcial (agosto), que forzaron el repliegue francés hasta la frontera de los Pirineos.
El debilitamiento de Napoleón es una cuestión en la que los historiadores de diversos países aún no se ha puesto de acuerdo.
Lo que sí parece estar claro es que, la Guerra de la Independencia de España, fue la primera de las de liberación nacional en la que el gran imperio fue vencido y que esa victoria tuvo una inmensa repercusión en Europa.