Vivencias cotidianas de allí y aquí
La parte oscura de las bellezas de nuestro país (I)
Escrito por: Aida Trujillo Ricart (https://aidatrujillo.wordpress.com/)
El pasado sábado, gracias a la grata visita de mi hija, que me llevó en su automóvil, pude deleitarme, al volver a zambullirme, en un delicioso baño de mar, en las transparentes aguas de una playa que mi madre me enseñó a amar: la de Sosúa.
Aunque sigo estando absorbida por los múltiples arreglos “post mudanza”, el hecho resultó ser muy agradable. En otra ocasión me extenderé en describir la belleza de ese paraje y lo que representa para mí.
También comentaré los cambios que he percibido que se han producido en ella, la playa de Sosúa, desde que, de adulta, y de las manos de mis primeros tres hijos, la reencontré, allá por el 1983.
Sin embargo, el gozo que sentí en un principio, se vio súbitamente truncado por un inesperado y triste acontecimiento. Uno de tantos que se producen a diario y que parecen ser ignorados por una gran mayoría, que los vive como si de algo natural se tratase.
Mientras ella, mi hija, una amiga suya y yo disfrutábamos del hermoso entorno, sentadas y bien atendidas, apareció un jovencito. Calculo que tendría menos de veinte años de edad e iba sosteniéndose mediante un par de rudimentarias muletas.
Vestía un pantalón corto que permitía vislumbrar una profunda herida en su pierna derecha. La hendidura era de tal magnitud que dejaba ver, con claridad, la tibia y el peroné.
Como es obvio, entablamos conversación con el chico. Le dimos algo de dinero y le preguntamos lo que le había ocurrido.
Nos dijo que fue atropellado por un vehículo al que ni se le ocurrió detenerse. Esto es algo que ocurre, por desgracia, en todas partes, incluso en lugares supuestamente altamente civilizados; un hecho criminal, indignante y carente de humanidad.
Quise averiguar si se le había llegado a gangrenar parte de la pierna o del pie. El joven respondió negativamente y le dije, entonces, que todavía había esperanzas de salvársela. Añadí que no debía llevar el hueso destapado ya que, aquello, podría ocasionarle una infección que afectaría todo su organismo.
En su caso, se lo habría advertido su médico, era indispensable someterse a un implante de carne sustraída de alguna parte de su propio cuerpo. Una simple sutura no podría sustituir esa intervención pues, el golpe, le había arrancado extensos fragmentos de la misma.
Aunque no me entendió bien, era consciente y estaba resignado a su destino: de todos modos se la iban a amputar. A su familia le es imposible solucionar su terrible problema, dada su precaria condición económica.
Lo más que se puede hacer es cortarle la pierna, evitando así su muerte que, de seguir en ese estado, se produciría más temprano que tarde. Eso es lo que sucede en este país, aunque no sea necesario, al que carezca de caudales y padezca una enfermedad o sufra un accidente,
Tras referirme su situación, el chiquillo me expuso que, ya que la pérdida de su extremidad era inexorable, y aunque le hace padecer intensos dolores, había pedido un favor al galeno que le atiende: que le conceda unos días de margen con el fin de poder pedir limosna.
Una limosna que, con tantísimos amputados que pululan por nuestra patria, se reducirá considerablemente desde el momento en el que se le seccione la pierna.
Por supuesto, no me animé a hacerle una fotografía, aunque ahora creo que tenía que haberlo hecho para, de ese modo, denunciar el hecho y pedir ayuda.
Este es uno de los numerosos sucesos que he escuchado y presenciado en el tiempo que llevo viviendo aquí. Son situaciones que me hacen meditar mucho.
No suelo, ni tengo intención, de meterme en temas políticos, pero sí en asuntos humanitarios.
Y me pregunto, con frecuencia, si nuestro país se hará internacionalmente famoso por estar, su población, mutilada en un elevado porcentaje.
Me inquiero también cuantos jóvenes perderán su vida, su salud o su talento en el camino de un progreso del que tanto se habla.
La unión hace la fuerza, reza un conocido dicho.
Unámonos y luchemos por los jóvenes, nuestro futuro. Y también a favor de nuestros mayores, quienes hicieron lo que pudieron, o supieron, para crear y sostener esta nación.
¡ Seamos solidarios con nuestros compatriotas!