Aída Trujillo

agosto 23, 2010

Dedicado a mi hijo Jaime Mª, que ya no está en el planeta, en el primer día de mi cumpleaños sin él…

A Jaime, entre otras cosas, le gustaba bailar.  Siempre que le invitaba a hacerlo conmigo, él no se negaba, al contrario, sé que lo disfrutaba.

Cuando era pequeño, estando aquí en Dominicana, nos fuimos él, Carlos, su hermano mayor, y Haydée, su única hermana hembra, a Puerto Plata.  Todavía ni siquiera conocía yo al que sería el padre de mi cuarto hijito, Nicolás.

Pasamos allí un feliz fin de semana de playa y diversión.  Jaime y yo nos animamos a participar en un concurso de merengues que organizó el hotel en donde nos alojábamos. ¡Y ganamos el primer premio!

La expresión de su carita de niño, al obtener el galardón, fue algo que no tuvo, ni tiene, precio.  Está grabada en mi corazón y en mi mente, desde entonces.

Jaime se sintió feliz y orgulloso, sonreía con el pecho henchido por la que él consideró una gran victoria.

Por supuesto, a él le concedí la custodia de la copa con la que premiaron nuestra pequeña hazaña.  Sin su ayuda yo no la habría logrado, le dije.

En este día de mi cumpleaños, el primero sin él después de treinta y siete de su vida, quiero recordar la última vez que, en mi casa de Madrid, bailamos esta canción, él, su hermano Nicolás y yo.  Eso fue hace un par de años…

Puse este disco de Orishas y, felices, bailamos los tres la canción “La vida pasa”, mientras el perrito Craken nos ladraba, igualmente contento.

Orishas, Emigrante

Orishas, Emigrante

Reímos mucho los tres…  ¡qué digo los tres!  ¡Los cuatro!

Hoy me cuesta reír…  Pero este recuerdo trae algo de consuelo a mi alma de madre atormentada.

Jaime, querido hijo, ¡te quiero y siempre te querré con todo mi ser!

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