Vivencias cotidianas de allí y aquí
Vivir en Cabarete, Puerto Plata, dedicado a HITA JIMÉNEZ
Escrito por: Aida Trujillo Ricart (https://aidatrujillo.wordpress.com/)
NOTA IMPORTANTE: ESTA ES UNA ENTRADA ANTIGUA QUE, A PESAR MÍO, NO HE TENIDO TIEMPO DE PUBLICAR EN SU MOMENTO.
No estoy aún ubicada del todo en este nuestro pueblo costero, pequeño y hermoso, aunque me falta muy poco para estarlo, a pesar de llevar aquí sólo un mes.
En general, su gente es agradable, muy acogedora y simpática.
Cabarete es conocido, incluso a nivel internacional, por ser un emplazamiento turístico en donde se realizan diversas actividades y campeonatos deportivos acuáticos: Surf, Windsurf, Kyte, etcétera.
Este pueblecito se destaca por su abundancia de turismo aventurero y por el que también busca el descanso.
Y es que, además de los deportes marítimos, Cabarete ofrece la posibilidad de efectuar diferentes tipos de excursiones, recorriendo sus campos, tierra adentro: paseos en bicicleta, equitación, golf o, simplemente, sintiendo el placer de acudir a observar las aves en la laguna que lleva su mismo nombre.
Localizado a unos 15 minutos al este de Sosúa, en la Costa Norte, provincia de Puerto Plata, está situado entre una bahía y esta laguna, rodeado del precioso paisaje de su campiña y de sus montañas.
Su ambiente es especial: una colorida y divertida amalgama del folklore y costumbres dominicanas, turismo internacional, deportes, vida nocturna, cierta bohemia y el deleite de bañarse en su playa.
En la misma, encontraremos numerosos restaurantes y bares, que ofrecen comidas y cenas, servidas en mesas dispuestas directamente en la arena o, para quien así lo prefiera, en el interior de los locales.
Sus noches son mágicas, acompañadas, como lo están, de música variada, casi nunca criolla, como ocurre en otros lugares del país, y del susurro de las olas del mar.
De hecho, existen numerosos locales que nos ofrecen el placer de escuchar Reggae, Jazz, Rock puro y moderno, y también música local, si así lo deseamos. También en plena playa podemos encontrar estos establecimientos.
En el lugar en donde resido, que no es la lujosa construcción, provista de jardín y piscina, que suelen buscar los extranjeros, perviven algunas lindas casitas, sin grandes pretensiones. Su entorno no es suntuoso, ni mucho menos, pero sí limpio y hospitalario.
Las personas se conocen y son familiares o amigos en su gran mayoría. Este hecho provoca que, generalmente, entre la mayoría de los vecinos, exista algo muy importante: solidaridad.
He tenido, además, la suerte de que me haya tocado una colindante a la que considero ya amiga, un gran ser humano y que me asiste, desinteresadamente, en todo lo que puede. Vive en una casa al lado de mi edificio y podemos departir desde nuestras respectivas ventanas.
A pesar de no tener pareja, al igual que yo, goza, sin embargo, de la compañía y los quebraderos de cabeza, que le proporciona un sobrinito, menor de dos años, que tiene a su cargo y al que considera y trata como si fuese su propio hijo.
Por ello, esta señora tiene muy poco tiempo libre, lo que no impide que, cuando puede, suba a visitarme. Y, si ella no puede, soy yo la que bajo y me siento en su galería, en una cómoda mecedora, a tomar el fresco de la tarde-noche, y conversar.
Muchas veces, cuando me siento decaída, esas conversaciones consiguen levantarme el ánimo y, el tiempo, se pasa volando.
Me siento orgullosa dedicándole esta columna pues, hace pocos días, caí enferma y, de no ser por ella, quizás en estos momentos no podría estar escribiendo estas líneas.
En cuanto se percató de que me encontraba muy mal, sin dudarlo ni un solo instante, preparó a su niño y me condujo a una clínica en donde tuve que permanecer interna durante dos días. Hasta que mi hija no llegó, desde la capital, no se movió de mi lado, con bebecito incluido.
Su nombre es Hita Jiménez, es dominicana “de pura cepa”, conoce prácticamente a todos los habitantes del pueblo y me aconseja a quien debo de tener confianza y a quien no.
Hita me ha encauzado, en muchos aspectos, y ha provocado que me carcajee, contándome anécdotas y pronunciando expresiones típicamente criollas que, después de haber yo vivido tantos años fuera, había olvidado.
Para mí, el ser humano, las buenas personas y el cariño son las cosas más importantes de la vida. Por ello, he preferido mencionarla, antes de resaltar las maravillas de Cabarete.
Aunque la verdad es que, este pueblo de mar, ya ha conseguido enamorarme.